La teoría del Ying Yang
Desde sus orígenes los antiguos chinos han entendido que todos los aspectos de la vida están regidos por una naturaleza bipolar, por dos fuerzas opuestas pero complementarias que se encuentran en todas las cosas (vida-muerte, bueno-malo, luz-oscuridad, calor-frío,…). Los sabios chinos observaron que lo inmutable en el universo es el movimiento. Todo se mueve, se transforma y cambia en un ciclo permanente de inicios y finales donde lo único que permanece es el movimiento. Este movimiento tiene dos tendencias: una expansiva o centrifuga que lo inicia y otra contractiva o centrípeta que vuelve al origen. Ambas fuerzas son consideradas como básicas y necesarias para que se realice el sentido del universo, pues en cualquiera de sus manifestaciones intervienen y debido a su interacción es por lo que se pueden observar los acontecimientos en el universo, que está sometido a un continuo movimiento que le conduce a una transformación continua. La fuerza centrífuga por su tendencia a la manifestación, a la visibilidad, a la exteriorización, a lo luminoso, se le llama yang y a la fuerza centrípeta, constrictiva, con tendencia al ocultamiento, a la interiorización, a lo oscuro, se le llama yin.
las 4 relaciones que el Yin y Yang
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Posted by El Mundo del Yoga on Wednesday, August 23, 2017
La teoría del yin y el yang es una de las aportaciones mas universalmente conocida de la cultura china, que considera que cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. Nada aparece en estado puro y todo esta en continua transformación, mediante este binomio que mantiene el equilibrio en el sistema universal. Esta teoría es un modelo que está presente en todas las manifestaciones tradicionales y culturales chinas como las artes marciales, la medicina, la pintura, el masaje, la filosofía, la música, la acupuntura…
El símbolo del yin-yang puede ser representado de distintas maneras, siendo la mas conocida aquella en que la parte oscura, normalmente negra, representa el yin y la parte clara, normalmente blanca, el yang. Estas dos partes entrelazadas simbolizan a dos peces y están separadas por una línea sinuosa, representando el equilibrio dinámico entre los dos conceptos y su continua transformación. Los puntos de distinto color simbolizan el germen de cada uno de los dos conceptos dentro del otro. Otra forma muy conocida de representación es mediante una línea continua que simboliza el yang y una partida que simboliza el yin. Al repetir estas líneas se obtienen cuatro estados (del yin absoluto al yang absoluto pasando por los estados intermedios). Utilizando tres líneas se tienen ocho combinaciones, que son conocidas como los 8 trigramas o Pa Kua, de los que surgen los 64 hexagramas del I Ching.
Pero, ¿de dónde viene este concepto de dualidad que penetra todo lo que nos rodea?. Como en otros aspectos de la cultura milenaria china poco se conoce con fiabilidad sobre los orígenes de la teoría del yin-yang, encontrándose diferentes puntos de vista por los autores que han estudiado los textos tradicionales y que incluso establecen diferentes criterios a la hora de hacer una clasificación sobre los atributos de estas dos fuerzas, posiblemente al haber tenido en cuenta distintos referentes. El yin-yang se remonta a los primeros astrónomos, a los teóricos de la adivinación y a los mitos sobre el origen del mundo. Según cuenta la mitología china el Dios de la creación Pangu, que surgió del caos sin forma que era el universo en origen, dividió las fuerzas del yin y el yang con su hacha una vez que estas estaban en equilibrio. La fuerza yin se hundió para formar la tierra, mientras que la fuerza yang se elevó para formar los cielos. Pangu permaneció entre ambas fuerzas durante 18.000 años hasta que el cielo y la tierra estuvieron bien formados y estables, tras lo cual murió usando cada parte de su cuerpo para crear las cosas del mundo.
Son muchos los textos y diagramas que han perdurado hasta nuestros días en los que se hace alguna mención a la teoría del yin-yang (el I Ching, el Su Wen, el Dao De Jing, la obra filosófica Kuan Tzu, los calendarios agrícolas…). Una de estas representaciones es el conocido como Taijitu, en el cual se representan varios de los conceptos de las filosofías taoísta y confucionista china, como el Tao, el Wuji (o estado indiferenciado del universo anterior al Tai Chi), el Tai Chi, las 5 fases o elementos y el propio yin-yang. El filósofo y cosmólogo Zhou Dunyi (1017-1073) de la escuela neoconfuciana, dio una explicación de una forma desarrollada del contenido de este símbolo en el “Taijitu shuo”, aunque no sería el autor sino que este llegaría a el, junto con otros diagramas que habrían sido creados con anterioridad, desconociéndose cuando y por quien. El Taijitu leído de arriba abajo (o de izquierda a derecha en las versiones en que aparece en horizontal), representa el proceso por el cual el Tao da origen, desde la no diferenciación o “Wuji” al surgimiento del yin yang, de cuya constante iteración nace el Tai Chi (o principio generador de todas las cosas), pasando luego por el surgimiento de los cinco elementos y la creación de los diez mil seres (o todas las cosas del universo).
En otros de estos textos antiguos se encuentran referencias al yin y al yang, pero sin darles una definición concreta, sino más bien como un concepto meramente diferenciador de los aspectos sociales de la vida de esa época, en la cual las funciones de los hombres y las mujeres estaban claramente marcadas. Etimológicamente los conceptos del yin y el yang se refieren a las laderas sombrías o iluminadas de una montaña. El carácter yin esta formado por el radical ladera y otro conjunto de caracteres que pueden representar un estado nuboso, mientras que el carácter yang lo forma el radical ladera y un conjunto de caracteres que representan los rayos del sol. Para algunos estudiosos de estos textos el yin y el yang son simplemente asociados a un conjunto de fenómenos y procesos, pero no como dos fuerzas místicas o una especulación filosófica, sino como fruto de la tradición cultural china de entonces, donde se podría asociar el trabajo de las mujeres dentro del hogar, (en la oscuridad, en lo frío, en la tranquilidad, pendiente de la nutrición) con el yin; y el trabajo de los hombres en el exterior, (al sol, en lo calido, en continua agitación) con el yang.
Para otros autores otra interpretación alejada de cualquier tipo de especulación filosófica en la que se podrían clasificar las cosas del mundo como yin o yang, estaría basada en un punto de vista en el cual el ser humano toma a la tierra como algo material, tangible y finito. Mientras que el cielo es visto como algo intangible e infinito. De esta manera todas las cualidades que definen el cielo y la tierra son las que rigen la dualidad yin-yang, clasificando a la tierra y sus características (inmóvil, estable, receptiva,…) como yin y al cielo (en continuo movimiento de nubes, estrellas y planetas, emisor de luz y de calor,…) como yang. Así en la antigua china estas nociones sirvieron para organizar el pensamiento de los teóricos que estudiaron muchas de las esferas de la vida social y de las leyes naturales.
Pero quizás el punto de vista filosófico taoísta sea el más extendido en la cultura oriental. Vista esta teoría bajo este prisma, en el yin y en el yang se reflejan todas las propiedades esenciales de los fenómenos naturales y a través de estas dos fuerzas se encuentra una explicación de la fisiología y patología en el ser humano. Todos los objetos o fenómenos en el universo consisten en dos aspectos opuestos entre sí pero indisolubles, interdependientes, pero que se complementan y que se rigen por una serie de principios:
– Oposición: Todo tiene su opuesto, aunque este no es absoluto sino relativo, ya que nada es completamente yin ni completamente yang. En un día de invierno puede hacer calor y en uno de verano frío.
– Interdependencia: El yin no podría existir si no existiera el yang. La noche se incluye en yin y el día en yang. Mencionar la noche implica reconocer la existencia del día. Existe lo alto porque existe lo bajo, existe lo duro porque existe lo blando…
– Dualidad: Positivo-negativo, día-noche, expiración-inspiración, calor-frío…
– Subdivisión: Todo aspecto yin o yang puede subdividirse a su vez en yin y yang indefinidamente. En los días de verano puede hacer calor, y al mismo tiempo ese calor puede ser templado o ardiente.
– Alternancia: El universo esta en constante movimiento, nada permanece fijo, así un aspecto crece y otro decrece manteniéndose un equilibrio o apareciendo un desequilibrio en el que se transforma el uno en el otro. El yin y el yang se consumen y generan mutuamente. Si yin y yang son opuestos o inversos e interdependientes y si son además expresión y consecuencia de un equilibrio fluctuante, es indispensable que si uno de ellos crece el otro decrece. De no ser así no se estaría en presencia de un equilibrio dinámico, sino de su progresión ya positiva, ya negativa, más allá de todo control.
– Transformación: El yin y el yang pueden transformarse en sus opuestos. La noche se transforma en día, lo cálido en frío, la vida en muerte. La transformación expresa lo fundamental del cambio, sintetiza la mutación, el surgimiento de un fenómeno diferente y nuevo a partir de otro.
Ante la interrogante de cómo nació el yin y el yang, la respuesta confirma que es algo que siempre ha existido. Se tome en cuenta la interpretación que sea, hasta nuestros días han quedado una serie de conceptos que los antiguos describieron como particularidades del yin o el yang, y que son cualidades comunes que se pueden atribuir a todos los fenómenos del universo, disponiendo pues de un método de clasificación para la totalidad de los aspectos contrastantes que constituyen la naturaleza, las cosas, la sociedad, el ser humano… Pudiéndose entender que todas las relaciones dentro de los fenómenos (movimiento-reposo, calor-frío, material-inmaterial, etc.), no son más que la expresión de las relaciones antagónicas y relativas entre el yin y el yang. De esta manera se exponen, con el mismo grado de generalización, las leyes que rigen los cambios universales. Deviene un instrumento adecuado para ordenar, comprender y conocer la realidad, mas allá del misticismo, teniendo un carácter didáctico y simbólico, con independencia de los puntos de vista particulares y la ideología de cada autor.