5 Sabias Lecciones Que Aprendí al Ver a mi Perro Envejecer
No existe una manera sencilla de despedirse de un buen amigo, menos aún cuando se han acompañado mutuamente en tantas etapas de sus vidas. Los amigos caninos calan en un sinfín de recuerdos familiares, se hacen parte de tus decisiones diarias, te acompañan en los momentos importantes de tu vida y hasta seguramente sus nombres forman parte de tus contraseñas.
Mi empatía aumentó cada día más al ver cómo los años pasaban por su peludo cuerpo, aprendí más sobre mi forma de ver la vida gracias a su amistad pura y honesta a través del tiempo.
Puedo decir que mi perro me hizo una mejor persona, me demostró que si existe el amor desinteresado y me ayudó a comprender el verdadero significado del compromiso.
Ver envejecer a un perro, acompañarlo en su pausado andar, hacerte cargo de sus cuidados y compartir juntos momentos cotidianos, hace que la perspectiva de la vida muchas veces cambie. Yo comparto cómo cambió la mía a través de estas 5 enseñanzas:
1. Cada día es deliciosamente único:
No importa si tu rutina diaria consiste en dar el mismo paseo que conoces de memoria, es tu actitud la que hace el cambio en todo. No importaba lo aburrido que fuese el paseo, él siempre se alegró de hacerlo. Decidir la actitud a tomar este día es decisión personal, aunque sepas de antemano y de memoria lo que tengas que hacer.
2. Tu nuevo mejor amigo puede estar a la vuelta de la esquina:
Nunca tuvo vergüenza ni miedo de acercarse socializar por más que una que otra vez no fuesen tan simpáticos al recibirlo. Él siempre estaba abierto a conocer y acercarse a saludar, lo que nos hizo hacer nuevas amistades hasta muy avanzada su edad. Si bien su intuición fue mejorando con el tiempo, siempre fue cálido y amable con los extraños.
3. Las cosas simples son hermosas:
Si algo tienen los perros, es que saben vivir el momento. Me enseñó el valor de la compañía y que muchas veces el simple hecho de acompañarnos en los momentos más difíciles es suficiente. Un simple paseo, una siesta en el sofá o un juego improvisado con unos calcetines… la alegría está siempre ahí, solo debemos vivirla.
4. Todo tiene su tiempo, no trates de acelerar las cosas:
Existe un tiempo para todo y aprendí que no puedo pretender apurar las cosas y decidir cómo mover el tiempo a mi antojo. Mi paciencia se incrementó más al entender que muchas veces simplemente no podía caminar más rápido, o que debía esperar más que antes para todo lo que hacía. Hay veces en que es mejor sentarse un momento, sentir el presente en donde estás parado, dejar de correr, comprender el por qué y tener paciencia.
5. Si vas a amar a alguien, hazlo incondicionalmente:
Y hazlo sin importar la hora, el momento o el entorno. Amar verdaderamente a alguien va más allá de lo bueno o malo de la situación. Mi perro nunca me juzgó por mi cara al despertar ni por el modelo de mi auto. Su amor incondicional me lo transmitió cada vez que entraba por la puerta (incluso si lo hacía diez veces) y se alegró genuinamente de verme todos los días por muchos años.
En su ausencia, he celebrado todo lo que aprendí gracias a su compañía y amistad. He aprendido incluso a entender que si bien despedirse duele, es parte de un proceso de vida. Afortunados los que compartimos amistades leales y duraderas como ésta que sin duda logran sacar lo mejor de nosotros.
(En memoria de Mozart)
Fuente el vaso medio lleno