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El Mundo del Yoga

Que el eterno Sol te ilumine

Usar la escritura 
como medio de sanación

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La escritura es un proceso interesante que, al ser tan común en la actualidad, no analizamos con mucha atención. Sin embargo, una simple reflexión sobre ello puede ser, como mínimo, interesante.

¿Cómo puede ayudarte el escribir?

Escribir puede ofrecernos beneficios para nuestro bienestar, tanto físico como mental.

Pero… ¿Y si sólo escribimos por gusto? ¿También nos beneficia?

Sí, incluso más. No olvidemos que somos seres comunicativos, sociales. Nos gusta relacionarnos y estar en contacto con otras personas. Nos encanta que nos cuenten historias, experiencias; es más, disfrutamos cuando somos nosotros quienes las contamos. Una parte importante de esta necesidad de conocer y darnos a conocer es la comunicación escrita.

Desde tiempos remotos, el ser humano ha disfrutado de los relatos y, durante mucho tiempo, aprendimos y nos formaron con ellos. Luego, una vez se extendió la escritura, se convirtió en una necesidad (para mantener relaciones sociales), en un entretenimiento (las lecturas eran casi obligatorias) e, incluso, llegó a ser un medio vital, para el desarrollo y defensa de las naciones (enviar mensajes y datos).

Escribir es un proceso interesante que, al ser tan común en la actualidad, no analizamos con mucha atención. Sin embargo, una simple reflexión sobre ello puede ser, como mínimo, interesante.

Hace ya tres años, tuve el privilegio de experimentar personalmente con esta parte «saludable» y curiosa de la escritura. Y fue, gracias a la PNL (Programación Neuro Lingüística).

Soy una apasionada sin remedio de la lectura; sin embargo, y como sueño muy oculto y lejano, anhelaba escribir. Hasta entonces, no había sido consciente de esta ilusión, pues daba por hecho que no me había preparado, ni lo había pensado, ni siquiera le había permitido salir a la superficie de mi consciencia como algo deseado. Y cuando trabajé con la PNl, y pude trabajar sobre mis creencias, valores, deseos, habilidades y potenciales, salió a flote de golpe.

Así que, mientras realizaba los estudios de PNL, estaba, a su vez, comenzando a escribir mi primera novela. A través de los ejercicios y prácticas, observé que me estaban ayudando a ser más espontánea y trabajar con fluidez. ¡Captó por completo mi curiosidad! ¿Cómo, herramientas que se utilizaban para la vida, el trabajo, las relaciones, el desarrollo personal… podía también afectar a la acción de escribir?

Estuve todo el curso indagando y utilizando estas herramientas para mi «sueño personal», y en la tesis final del curso, me propuse explorar aún más. El resultado fue, para mi sorpresa, que PNL ayuda, impulsa y desinhibe también para este proceso creativo. Sus poderosas herramientas y sus prácticas técnicas, no sólo aumentan tu capacidad de comunicación con los demás: te ayudan a desbloquearte, a eliminar las dudas iniciales de cómo empezar, te ofrece esquemas de trabajo en las que sólo tienes que «rellenar» con tu relato, te aporta motivación, impulso, seguridad, te abre todo un campo de elección en la creatividad, te conecta con tu «musa interior» (ese niño juguetón y espontáneo que llevamos dentro), te proporciona las vías para conectar con tu subconsciente –fuente de tu imaginación y poderosa base de datos–, y lo mejor de todo, aumenta tu percepción y la captación de emociones; algo realmente útil para quien desea escribir.

¡Fue toda una sorpresa! Y aún mejor, fue darme cuenta, en muy poco tiempo, de que ayudaba a otras tantas personas, diferentes en edades, perspectivas y objetivos, que tenían la misma ilusión. Este fue el nacimiento de mi libro «Creatividad para Comenzar a Escribir» y del Seminario práctico que lo acompaña.

Hablábamos respecto a plantearnos escribir como un medio saludable de mejorar.

¿Cuales son los beneficios que nos puede proporcionar?

Evidentemente, cada persona recibirá aquello que necesita más. Sin embargo, hay algunos beneficios que suelen ser comunes. Te expongo alguno de ellos.

Supongamos que tenemos una idea abstracta, un pensamiento que queremos transmitir. Si queremos comunicarla por escrito, nuestra mente debe cifrarlo en un tipo de código específico –letras, espacios, palabras y oraciones coherentes–, para que la persona que lo reciba, lo comprenda. Ahí, está trabajando nuestro hemisferio analítico: el izquierdo.

Cuando estamos en el proceso de escribir, físicamente hablando, nuestro cuerpo reacciona. Al ser un acto kinestésico nos conecta con las sensaciones que, en su momento, pudimos sentir en ocasiones similares a las que estamos describiendo. Ahí trabaja nuestro hemisferio emocional: el derecho.

Así que, el simple hecho de escribir, ya es un ejercicio que pone en movimiento los dos hemisferios; algo estupendo para la salud de nuestra mente.

Siguiendo la línea de la reacción física que, el escribir, produce en nuestro cuerpo, el segundo beneficio que nos aporta, es el equilibrio de nuestras emociones. Es conocida la faceta terapéutica: escribir sobre alguna situación que está excesivamente cargada de emoción, ayuda a liberar parte de ella, o, sencillamente, encontrar una forma de enfrentarse a esa situación concreta.

De forma más popular y menos drástica, la escritura también ayuda en la «carga», el «impulso» o la «explosión» de nuestras emociones. Al escribir sobre ellas, ese fuego inicial cuando somos impetuosos, disminuye. Al verlo escrito, es como si lo proyectáramos fuera de nosotros, con lo cual, aún sin pretenderlo, podemos observarlo desde lejos. Esto hace que –de forma inconsciente y aunque sigamos sintiendo esa emoción–, disminuya la intensidad y la fuerza del impulso.

Un ejemplo sobre esto: imagínate escribiendo una novela. Ya sabemos que en un relato, hay muchas y diversas escenas de todo tipo: lucha, romántica, diálogo, amistad, pasión, furia, tristeza, defensa, traición…

Una vez, hacía unas horas, que había discutido con alguien de la familia. Por la noche, cuando pude sentarme a escribir con tranquilidad, se me apetecía trabajar una escena que trataba sobre una dura discusión. La escena salió casi de un tirón, pues a medida que iba escribiendo cada frase, ya mi mente me lanzaba la siguiente como respuesta.

Llevada por la emoción de enfado, no sólo me fue fácil describir esa actitud en mi novela, sino que cuando la acabé, yo me sentí mejor, más aliviada, aunque seguía enfadada.

Lo bueno de esta experiencia fue cuando tuve la oportunidad de volver a hablar con esta persona: Pude defender, con total calma, mi versión. Escuché su opinión (escuchar; no oír), y logramos llegar aun punto intermedio.

Tal vez, hubiera hecho lo mismo en otro momento. Pero, sin duda, hubiera tardado más. Lo mismo ocurre con otras emociones.

Un tercer beneficio que la escritura nos aporta es la fluidez de pensamientos y los reflejos. La persona que escribe, suele ser rápida en respuestas a situaciones diversas. El ejercicio mental del que hablábamos al principio, en cierto modo te ayuda a pensar bajo otra perspectiva. Eres capaz de ver más allá, de lo que visualmente se te presenta, escuchar más de lo que oyes y leer «entre líneas». Prácticamente, se convierte en un juego, bastante entretenido por cierto.

El cuarto beneficio: cuando escribes de forma mas o menos habitual, se desarrollan tus percepciones y sistemas representativos; tus cinco sentidos. Todo lo que ves a tu alrededor, parece diferente, más interesante. De pronto, puedes observar una situación en la calle y pensar en «¿Y qué pasaría…?» dejando abierta tu imaginación; puede que encuentres ese elemento que te faltaba para ultimar tu escena; o, tal vez, recibas una información importante que te completa tu escrito; incluso, puede ofrecerte un ejemplo a seguir y tener en cuenta.

Y, por último, hay otro aspecto que, a mí, personalmente, me apasiona. Escribir, sobre todo si lo haces por gusto o hobby: te permite entrar en un mundo propio, íntimo y protegido. Un espacio donde eres tú, y sólo tú, con tus defectos, virtudes, valores y habilidades quien domina la situación. En esos momentos, vives todo de una forma intensa y única. Cada escena, cada emoción, cada vivencia o situación, un diálogo… se convierte en una «chispa de vida», con todo su cromatismo de color.

En nuestro día a día, tenemos muy pocas ocasiones de vivir momentos o situaciones tan intensas. Así que poderlo hacer desde la escritura, se convierte en un regalo. Tanto si escribes para tu uso personal e íntimo, como para informar, entretener o publicar, te absorbe y te hace disfrutar de cada instante. Es como si duplicaras la intensidad de tus experiencias y como si vivieras varias vidas diferentes, como si fueras un actor. Eres todo y no eres nada de lo que escribes.

Esta, es la sensación que intento transmitir a mis alumnos en los talleres, porque para mí, es la más real, la más importante y sincera que puede ofrecerte el comenzar a escribir. Desde mi experiencia en la escritura, puedes escribir más o menos, con más habilidad o con menos, con más fluidez o no… pero siempre tendrás la oportunidad de vivir esa sensación.

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