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El Mundo del Yoga

Que el eterno Sol te ilumine

4 claves para limpiar tu pasado emocional

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Nuestra mente tiene dos componentes: uno consciente, y uno subconsciente. El primero es el que está activo durante todo el tiempo que estamos despiertos. Nos permite pensar, analizar la información, sacar conclusiones.

Mientras tanto, el pensamiento subconsciente descansa justo debajo del pensamiento consciente y parece no estar ahí. Sin embargo, también está siempre activo, y funciona manejando las cosas mecánicas. El subconsciente, por ejemplo, maneja las funciones vitales: nadie podría estar todo el tiempo consciente de cada célula de su cuerpo.

Además, el subconsciente direcciona nuestras acciones de acuerdo a ideas preestablecidas, a patrones concretos, para ahorrar esfuerzos. Los hábitos, por ejemplo, se estacionan en el subconsciente. Por eso, algo que se convierte en hábito deja de ser difícil de realizar: simplemente, “sale solo”.

El problema está en que esos patrones que fija nuestro subconsciente también determinan la imagen de nosotros mismos que tenemos. Esa imagen se crea en los primeros cuatro años de vida, y es muy difícil de modificar.

El sufrimiento es pasado, y el pasado no existe

La vida tiene muchas situaciones dolorosas, que son imposibles de evitar. La pérdida, las despedidas, la enfermedad… Siempre habrá momentos de dolor en nuestra vida.

Pero el sufrimiento es otra cosa. El sufrimiento es aquello que se convierte en parte de nosotros, por la incapacidad de enfrentar el dolor. En lugar de hacer frente a aquellas cosas dolorosas de nuestra vida, las escondemos: pero estas vuelven a aparecer, una y otra vez, en distintas formas.

Así es que el sufrimiento no es real. El pasado no existe, y el sufrimiento viene del pasado. De esta manera, nuestro pasado condiciona nuestro presente una y otra vez.

Cada vez que reaccionas de una forma recurrente a alguna situación difícil, estás respondiendo con ideas del pasado. Ideas grabadas a fuego en tu subconsciente, que casi no recuerdas pero que están ahí. Condicionando tu comportamiento.

La única forma de salir adelante y cambiar tu vida, es revisar tu pasado emocional y descubrir dónde está aquello que te lleva a actuar así. Limpiar el pasado es la mejor manera de encarar el futuro con fuerza y determinación.

Ejercicios para limpiar tu pasado emocional

Hay formas y ejercicios para limpiar tus emociones subconscientes y lograr salir adelante. Estos son cuatro que podrán servirte. Pero antes que nada, deberás tener en mente alguno de esos patrones que quisieras cambiar. Identificarlos es el primer paso necesario antes de comenzar a sanar.

1. Mente curiosa

El primer ejercicio consiste en mirar con curiosidad ese patrón de comportamiento subconsciente que te está bloqueando.

Para ello, lo primero que debes hacer en buscar un lugar cómodo y relajado donde sentarte. Intenta entrar en un estado de relajación: lo mejor es recurrir a una respiración profunda.

Entonces, presta atención a la carga emocional de tu cuerpo en relación al área de tu vida que quieres curar. Puede ser furia en la cabeza, presión en el pecho, tensión en el estómago, etc. Si no llega inmediatamente, imagina qué pasaría (la imaginación tiene poder, no lo olvides).

Si aparecen mucho ruido de pensamientos en tu cabeza, simplemente déjalos ser. No les prestes atención.

Enfoca tu atención, en cambio, en estos sentimientos que te genera eso que quieres curar. Míralo desde todos los ángulos, como algo completamente nuevo. Puede que ante esos sentimientos te debilites un poco, o sientas cosquilleos.

Cada persona lo vive de manera diferente, pero lo único importante es que mantengas tu atención en descubrir lo que está pasando. Observa y descubre esas emociones hasta que desaparezcan por completo.

Una vez que lo hagan… ¡No volverán! Pues la habrás enfrentado directamente.

2. Objeto sagrado

No todo el mundo consigue hacer el ejercicio anterior fácilmente. Algunas personas, al enfrentarse a esa carga emocional tan pesada, terminan sucumbiendo ante ella. En lugar de enfrentarla, terminan angustiados.

Si crees que eso puede suceder contigo, puedes probar con esto: un objeto sagrado que venga en tu ayuda.

Mientras estás en ese estado de relajación, enfrentando el patrón de tu subconsciente, imagina una hermosa flor o algún objeto sagrado que se cierne sobre ti. Debe ser grande y poderoso, y debes sentir su presencia; así como sus poderes de curación.

En este punto, ¡no tienes que hacer nada!

Deja que el objeto sagrado haga el trabajo por ti, eliminando aquello que necesitas desarraigar de tu mente.

3. Auto perdón

Otro ejercicio que puedes intentar, profundamente poderoso, es el siguiente.

Ponte en un estado meditativo. Imagina que retrocedes en el tiempo, justo antes de tu concepción. No tienes cuerpo, y no eres más que energía. Estás a punto de ser concebido en un acto de amor incondicional absoluto entre dos personas que son la encarnación de ese amor.

Sumérgete profundamente en esa experiencia. Ahora creces en el útero, y tu llegada es tremendamente esperada por todos. ¡La gente está emocionada de tu llegada al mundo!

Imagina que has nacido en los brazos de un padre perfecto. Puede ser inventado, o alguien que conozcas. Siente el amor que te tienen.

Entonces, imagina que ese padre perfecto te mira a los ojos y te dice, desde el corazón: “No es su culpa. Nunca ha sido tu culpa. Nunca será tu culpa”. Sumérgete en la experiencia por completo. No sólo a través de las palabras, sino con el impacto de ese amor incondicional en tu mente.

No lo tomes a la ligera, pues realmente puede generar un cambio en tu mente.

4. Perdón

Esta vez, piensa en alguien a quien necesitas perdonar. Pueden ser tus padres o cualquier persona de tu pasado. Este ejercicio es para eliminar el rencor de tu vida. Una vez logrado eso, estarás sanado.

Piensa en esa persona que debes perdonar y siente qué carga emocional te genera. Ahora, imagínate solo en algún lugar: el bosque, la playa o donde quieras. Visualiza a un niño que camina hacia ti.

Ese niño representa a la persona que debes perdonar. Es vulnerable e inocente: él también está a merced de la vida.

Toma al niño en brazos, y dile lo mismo que te has dicho antes en el ejercicio anterior: “No es tu culpa”. Siente profundamente esas palabras en tu interior, hasta que el niño desaparezca en el cosmos.

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