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Las experiencias no son ni buenas ni malas

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Que las experiencias no son ni buenas ni malas, es uno de los conceptos más difíciles de aceptar. Esta idea no es comprendida por la mente y tampoco por nuestro ego. Es un verdadero desafío para nosotros comprender que todo lo que nos sucede es parte de nuestra experiencia y que forma parte de esta escuela llamada vida y que no merece ser juzgado como bueno o malo.

El hábito de clasificar los eventos que vivimos como buenos o malos no termina allí. Muchas veces nos calificamos a nosotros mismos como buenos o malos según se desarrollen estas experiencias. Podemos decir que somos buenos o malos para ciertas cosas o somos buenos o malos según actuamos en algún momento determinado.

Todo lo que nos sucede es un reflejo de nuestro interior que se manifiesta allí a fuera como un espejo. Los eventos no pueden tener un carácter, solo muestran el nivel de consciencia que tenemos en un momento determinado.

La vida nos ofrece la posibilidad de experimentar distintas eventualidades con la finalidad de elevar ese nivel de consciencia. Por medio de la experimentación obtenernos resultados que pueden resultarnos agradables o desagradables. La clasificación se realiza por medio de una actividad mental basada en la cantidad de información que hemos incorporado.

La mayor parte de la información que hemos almacenado en nuestra mente se maneja por unos parámetros muy alejados de la verdad. El hecho de estar utilizando un cuerpo físico como medio para movernos en esta dimensión, nos hace tener una referencia muy limitada de nosotros mismos y de la totalidad.

 

Toda experiencia que la mente clasifica como buena o mala, es producto de esta mirada limitada de la corporeidad. Sin embargo, aquí nos encontramos con una paradoja, ya que la existencia quiere que recordemos que somos mucho más que un cuerpo físico mientras utilizamos uno para vivir en este plano.

Mientras más nos resistimos a aceptar nuestra verdadera identidad, mayor será nuestra tendencia a la clasificación de los hechos como buenos o malos. Mientras más recordemos lo que realmente somos, más paz y más equilibrio sentiremos en nuestro interior frente a lo que parece ser una adversidad o lo que parece ser fuente de dicha.

No es lo mismo enfrentar momentos difíciles e inesperados sabiendo que este hecho nos invita a crecer, que vivirlos desde una óptica de pequeñez pensando que el destino nos castiga o que somos victimas de la mala suerte. Hay un salto de consciencia entre ambas opciones de pensamiento.

Cuando elevamos nuestro nivel de consciencia, la ansiedad por conseguir lo que deseamos baja su intensidad, porque se comprende que estamos en un proceso con ciclos. De esta manera desaparece el apego a lo que ahora consideramos fuente de felicidad y dejamos de sufrir cuando las cosas parecen no funcionar. Así, todo retorna al equilibrio y éste nos faculta para llegar a la plenitud interna, sin depender de lo exterior. Esta plenitud nos lleva a un estado de bienestar definitivo y permanente, donde somos generadores de milagros.

Se requiere una mayor comprensión de nuestra dimensionalidad para enfrentar situaciones adversas y aceptar la invitación a crecer, evolucionar e incorporar el entendimiento de que cada evento tiene un gran regalo que ofrecer.

Nuestro ser energético y espiritual se expresa en la materia y los eventos que experimentamos dejan la evidencia del nivel de consciencia que tenemos en ese preciso momento. Mientras más alto vibramos, más disfrutamos de todo lo que nos ocurre, sin importar que los demás lo puedan clasificar como algo bueno o malo.

Por ejemplo, cuando alguien pierde su empleo, pensamos que ese hecho es muy lamentable. Pero a niveles mas elevados, este hecho puede ser una gran bendición cuando esa persona se ve en la necesidad de sacar desde dentro de si un potencial de recursos que hasta ese momento no conocía.

La vida tiene un sentido mucho más profundo que el que vemos a simple vista. Nuestra visión de tercera dimensión puede jugarnos un mal juego al dar el mensaje errado de que algo malo está sucediendo, mientras nuestro espíritu se encuentra feliz por el aumento de nuestro nivel de consciencia.

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